Si bien breve y excesivamente entusiasta la modernidad se atuvo a una hipótesis optimista, a una intención posindustrial y posiluminista de alcanzar la felicidad universal, que el paradigma revolucionario francés consagró en la utopia de una constitución de iguales y que antes había fatigado el proyecto kantiano de un juicio (político y estético) precisamente definido como universal.
La propia modernidad convivió con sus demonios irracionales y dio curso a pulsiones subjetivas que si bien extremaron el rol iluminador del genio también tuvo que asumir el costado surreal e inconsciente de la creación y la previsión de mundos en los que la consumación de ideales estéticos flagrantemente subjetivos colisionara con la modelística de una mecánica de la felicidad en experimentos salvajemente autoritarios que como el falansterio fourieriano no sólo intentaba apropiarse del despótico iluminismo cortesano alla Versailles sino que martilló, hasta en sus vertientes finales del existenz mínimum y Le Corbusier, en la idea de un mundo en el que la felicidad sería una consecuencia del orden racional. Huelga decir que como lo apuntó Adorno, eso acabo en la precisión eficiente de los campos de concentración.
ISSN: 2469-0503
Formato: 17cmx23cm
Páginas: 173
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